El Gozo Se Refleja

En La Ofrenda

Citas tomadas de la versión antigua Reina-Valera 1602, 1909.

 

“Asimismo, cuando alguno ofreciere sacrificio de paces a Jehová para presentar voto, u ofreciendo voluntariamente, sea de vacas o de ovejas, sin tacha será acepto; no ha de haber en él falta. Ciego, o perniquebrado, o mutilado o verrugoso, o sarnoso o roñoso, no ofreceréis éstos a Jehová, ni de ellos pondréis ofrenda encendida sobre el altar de Jehová.”

Levítico 22:21 – 22

 

Preparar un mensaje basado en Levítico es todo un reto. Solamente seguirlo durante su lectura es complicado, y no digamos tratar de entenderlo. Sin embargo es uno de los libros que más figuras tiene en relación al sacrificio de nuestro Señor Jesús, y vale la pena encontrarle sus muy escondidos tesoros. En una opinión muy personal, lo considero uno de los dos libros más difíciles de la Biblia (el otro es, y muchos estarán de acuerdo conmigo, sin duda, el Apocalipsis) pero a su vez me da mucha alegría cuando encuentro cosas que edifican mi vida basadas en él.

 

Pensando en lo que dicen estos versículos me vino a la mente los que son conocidos como adictos al trabajo. Son personas que fácilmente pueden trabajar ochenta horas o más por semana, cuando muchas veces sólo se les exige la mitad de ese tiempo, y lo hacen con tal orgullo que quisieran que todos los demás siguiéramos su ejemplo. Se han dado casos en los que grupos enteros de trabajo experimentan tal adicción, que para forzarlos a terminar su jornada laboral, literalmente les tocan una chicharra hasta tres veces para que entiendan que su tiempo productivo ha terminado.

 

Es increíble tal comportamiento, y obviamente demasiado nocivo para la salud de cualquier persona; pero hacer entender esta situación a un adicto al trabajo es una tarea casi imposible. Lo más interesante de todo esto es que ellos exhiben dicho comportamiento para perseguir un fin, que aunque sea importante para ellos como tener una mejor posición, laboral, social y económica, no es algo que en realidad valga tanto la pena como para exponer el físico de manera tan irracional.

 

Se me hizo interesante porque ninguno de los que son adictos al trabajo considerarían entregar sus encargos mal hechos, incompletos o peor aún, que desagradaran a sus superiores. Definitivamente este es el punto bueno que uno como cristiano debe reconocer. Hacer labores dentro de los campos de Dios debe ser algo muy serio, es decir, dar lo mejor de nosotros. A diferencia de los superiores mundanos, que muchas veces exigen a sus subordinados realizar sus tareas con un alto peligro a su propia integridad física, Dios no nos va a pedir que hagamos algo más allá de lo que podamos hacer.

 

Sin embargo, Dios si desea que le ofrezcamos no sólo lo mejor, sino que lo hagamos de buena manera. Aquí surgiría la pregunta: ¿Qué le podemos ofrecer a Dios? El todo lo tiene. Nada de lo que hagamos u ofrezcamos sería digno de su grandeza. Eso es verdad, pero también es verdad que es su deseo aceptar algo de nosotros, y ese algo debe ser algo que en realidad nosotros lo consideremos importante en nuestras vidas; y pienso que eso es el meollo de este asunto.

 

Veamos un ejemplo: Si usted tiene un hijo(a) pequeño(a), reconocerá muy bien qué tipo de dibujos y coloreados puede hacer. Si él o ella con todo su esfuerzo y amor le hace un dibujo y lo colorea, usted entiende perfectamente que no le darán los diez millones de euros que le podría pedir al Museo de Louvre en Francia para ponerlo al lado de la MonaLisa de Da Vinci. Sin embargo, es algo tan importante para usted que será capaz de enmarcarlo, ponerlo en el refrigerador, o guardarlo durante treinta años como una de las posesiones más preciadas en toda su vida. Y todo lo hace porque reconoció el gran amor de su retoño hacia usted. Bueno, nosotros somos ese retoño, Dios nuestro Padre, y lo que hacemos para Él, lo que ofrecemos, es ese dibujo que representa nuestro esfuerzo y amor.

 

Al hablar de ofrendas muchos se concentran sólo en el dinero. Yo veo algo mucho más allá, pues de qué serviría si fuésemos con el billete grande a la caja, si no queremos estar en la iglesia de corazón, sino como una obligación o apariencia, por poner un ejemplo. En el caso de nuestras iglesias en las que podemos tener un tiempo de reunión abierta, en la que cualquier hermano(a) puede compartir, ¿De qué puede servir un gran compartimento si es forzado o improvisado? ¿Si es armado con pensamientos carnales o con el sentido oculto de tirarle indirectas a X o Y persona? Y eso puede extenderse a la manera como oramos, predicamos en las calles, cantamos alabanzas o incluso leemos la Biblia. Eso es exactamente ofrecer lo roñoso, lo sarnoso y todo lo demás que dice el texto que tocamos. Podemos decir inequívocamente que la falta de sinceridad en lo que hacemos por Dios, en vez de proveernos un gozo, provee una carga, que es difícil de llevar, y que a su vez conlleva a muchas frustraciones.

 

Caras tristes, enojadas o desanimadas, todos las hemos tenido a lo largo de nuestra vida. Eso me es claro y natural de entender. Lo que me parece inconcebible es que estemos en esos estados de ánimo todo o la mayoría de nuestro tiempo. Tener a Cristo y sentirse sobrecargado por este tipo de sentimientos constantemente no es algo muy lógico cristianamente hablando, y me lleva a preguntarme qué le estamos ofreciendo a Dios y cómo lo estamos haciendo.

 

Cuando alguien ofrenda su vida a Dios de una manera sincera y honesta, forzosamente lo hace también gozosamente. No están desligadas estas cosas; es el efecto esperado a la causa de ofrendar de esa manera a Dios. Me gusta mucho saber de misioneros que siguen igual de gozosos o incluso más cada vez que veo irse un año más en el calendario. Lo mismo con hermanos e iglesias enteras que no pierden el ritmo en su andar cristiano; eso me llena de gozo. Así deduzco que están esforzándose por entregar lo mejor que tienen a nuestro Dios. Por otro lado, cuando existe la constante lucha contra el enojo, la tristeza, el desánimo, y no se ve el menor resquicio para cambiar esa actitud, es cuando reflexiono y digo: Es necesario hacer algo pero ya. Lo puedo yo hacer en mi vida, tengo control sobre ella, pero eso también debería ser con la suya, usted que enfrenta muy a menudo estos tragos amargos. Tener desalientos es una cosa, vivir en desaliento es otra.

 

¿Por qué esta situación? ¿Por qué la falta de sinceridad? ¿Por qué la ausencia casi perenne del gozo? Ofrecer a Dios implica despojarse de algo que es muy valioso para nosotros, y aunque otra vez puede pensarse en dinero, no hablo de eso. Hablo de algo más, nuestra vida, nuestro tiempo nuestro todo. Se resume en dejar de ser egoístas, de pensar en solamente nosotros, es decir, guardar el yo-yo. Bien dice el apóstol Pablo en el libro de los Hechos, citando palabras del Señor Jesús:

 

“En todo os he enseñado que, trabajando así, es necesario sobrellevar a los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir.

HECHOS 20:35

 

Mi gozo se encuentra en el Señor y mostrarlo en la manera cómo ofrendo es algo que redunda de nuevo en gozo. Si uno como cristiano no lo vive, difícilmente lo entiende. Y si difícilmente lo entiende, difícilmente puedo decir que se es cristiano. Son frutos necesarios que el Espíritu de Dios muestra en sus hijos. Dios desea una buena ofrenda, una vida entregada, consagrada a Él. No es algo que se equiparará a la grandeza de Su Majestad en las alturas, pero lo importante es que es algo que Dios desea que usted haga.

 

AMÉN.