Una Conversación Intrigante

Citas tomadas de la versión antigua Reina-Valera 1602, 1909.

 

“Y díjome: Hijo del hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes”

Ezequiel 37:3

 

Todo aquél que se precie de ser cristiano de años debe haber escuchado al menos alguna vez en su vida esta historia. La visión de Ezequiel acerca de los huesos que se levantan no es algo que no cause impresiones grandes sobre todo entre nosotros los creyentes en Cristo, y más aún cuando relacionamos el levantamiento de esos muertos en ese campo con nosotros cuando Dios nos levantó de la muerte espiritual en la que nacimos y vivimos por algún tiempo.

 

Esta visión según vemos en versículos posteriores anunciaba un levantamiento del pueblo de Dios después de una dura esclavitud, siendo así una profecía llena de esperanza para los escogidos del Rey. Sin embargo, cuando leí la última vez este pasaje de Ezequiel 37:3, hubo algo que captó por algunos días mi atención, primero por el tipo de pregunta que Dios hace, y segundo por la respuesta del profeta. Me es claro que cada vez que Dios hace preguntas como ésta no es porque no sepa qué va a hacer, sino más bien por algo que quiere enseñarnos a nosotros, su pueblo.

 

Llama la atención cómo Dios coloca la visión en medio de un campo lleno de cadáveres, un lugar que sólo imaginárselo de una manera vívida podría hacernos sentir mareados, algo totalmente desagradable. Muchas veces Dios es bastante directo con lo que nos quiere enseñar, y no se guarda situaciones de este estilo, hasta cierto punto sangrientas, y todo para que nos quede claro su punto. Lo hizo al describir la horrible muerte de Jezabel, y el fin de su cadáver en el estómago de varios perros, el suicidio de Judas, del cual está escrito que sus entrañas se salieron por en medio (una escena tétrica totalmente) entre otras cosas bastante bien explicadas en la Biblia.

 

Ante esta escena tan lúgubre, Dios pregunta a Ezequiel: ¿VIVIRÁN ESTOS HUESOS? Pensemos un poco, e imaginémonos por un momento que nosotros somos Ezequiel, tenemos esa visión y Dios nos hace esa pregunta. ¿Qué hubiéramos pensado? Bueno, en realidad no hay necesidad de eso. Nosotros mismos hemos estado ante este tipo de situaciones, y le aseguro, nuestros pensamientos difieren mucho de lo que ahora mismo puede estarse imaginando. Veamos:

 

1) Ante estas situaciones que desafían la lógica humana, tendemos a pensar con esa misma lógica. Le aseguro que usted y yo hubiéramos pensado en primera instancia que es una locura que se levanten restos humanos de hace tiempo a que vuelvan a vivir. Ahora decimos que entendemos que Dios todo lo puede, pero en realidad muchas veces actuamos como si Dios no tuviera la mejor respuesta y queremos que nuestras ideas sean las que dominen. Qué tal si Dios en vez de preguntarle ¿Vivirán estos huesos?, le preguntara ¿Funcionará la vara en la educación de sus hijos? ¿Será buena la predicación a voz en cuello? ¿Servirá confrontar el pecado de manera directa y sin rodeos?

 

Le aseguro que a esas y otras interrogantes les ponemos respuestas dependiendo de las circunstancias, y de acuerdo a nuestras ideas. Llegamos a rechazar la Palabra de Dios misma solamente porque la dice tal o cual persona; nuestra infantilidad es tan grande que cuestionamos lo que de Dios viene, y todo porque no nos suena lógico. Eso es precisamente lo que hace Dios con sus preguntas. Quiere hacernos ver que nuestros razonamientos son siempre imperfectos, con defectos más grandes que la falla de San Andrés en California.

 

2) Esas preguntas nos sirven para revelar lo que está escondido en nuestro corazón. Es como cuando Adán y Eva pecaron y Dios les preguntó dónde estaban. No les preguntó porque no sabía Él su escondite o lo que habían hecho, sino que estaba dando oportunidad para un genuino arrepentimiento de parte de ambos, el cual nunca llegó. Siempre somos nosotros los que necesitamos cambiar, siempre hay algo en nosotros que hay que desarraigar, siempre existe un lastre que impide seamos unos cristianos dignos de llevar ese título. Antes de decir que nos rendimos a Dios, tratamos de enmendar nuestras malas situaciones cosiéndonos delantales por nosotros mismos, sin pensar que Dios tiene vestidos de pieles ya preparados como solución perfecta a nuestro problema.

 

3) Estar solo en un campo lleno de mortandad nos hace pensar que no existe ayuda que pueda resolver situaciones adversas como las que seguidamente pasamos. La pregunta de Dios ¿Vivirán estos huesos? Nos hace entender que Él ya tenía la respuesta de lo que iba a suceder. Se levantarían personas de ese campo, que acompañarían a Ezequiel y finalmente mostrarían una visión que tendría un final gozoso. Por eso, pensar sin Dios es poner nuestra vista en lo imperfecto.

 

Nuestros pensamientos siempre tienen malas jugadas que desvirtúan los propósitos de Dios en nuestra vida. Por ello, antes de decir que tenemos una vida rendida a Él de manera plena, analicemos si en realidad no estamos anteponiendo lo nuestro antes que lo de Él.

 

Y ¿Qué tal la respuesta de Ezequiel? “Señor, tú lo sabes…”. No es menos desconcertante que la pregunta de Dios. Ezequiel pudo haber dicho Si, si se levantan. O pudo decir: No, lo podrido no puede regenerarse. Hay tantas respuestas que pueden enseñar pero le dejó la decisión a Dios. Esto es realmente importante, porque por lo general creemos tener la mejor respuesta, tomar la mejor decisión o ser la persona más sabia para resolver interrogantes comprometedoras.

 

Ezequiel  nos enseña algunas cosas, tales como:

 

1) Una falta de visión del futuro. Ezequiel inmediatamente se dio cuenta que tanto la respuesta “si” como “no” pudieran estar correctas o equivocadas. En realidad el futuro no lo tenemos en nuestras manos y es tan impredecible que no podemos confiar en él. Nosotros los humanos, sin embargo, actuamos como si pudiéramos controlarlo y comenzamos a planear y a tomar decisiones, lo cual no es malo, pero el problema es cuando eso se hace sin tomar a Dios en cuenta. Me recuerda cuando Santiago nos enseña que no estemos seguros del mañana pues la vida es un vapor que hoy está y después desaparece.

 

De acuerdo con esta respuesta, yo puedo pensar que finalmente cualquier decisión que tome por mi cuenta, siempre será imperfecta, con los defectos propios de mi humanidad.

 

2) Un pensamiento centrado en Dios. Cuantas veces no hemos tomado decisiones en el calor del momento, y después nos damos cuenta que no fueron tan buenas como en un principio visualizamos. Haciendo una analogía, es como cuando vamos a comprar la despensa con el estómago vacío; alguna vez le ha pasado. Termina comprando cosas que en realidad no necesita, solo porque en ese momento del día anda muy antojado, pues quiere satisfacer su apetito de cualquier manera. Tener la “frialdad” de someterse a Dios y a las decisiones que Él pueda tomar para nosotros es algo en lo que tenemos que aprender. Es algo muy difícil pero Ezequiel nos muestra que no es imposible, y lo más intrigante de esta respuesta, es que se puede hacer de inmediato.

 

Esta conversación entre Ezequiel y Dios ofrece muchos aspectos interesantes, sobre todo, que Dios siempre tiene algo que mostrarnos, algo en lo que no habíamos pensado, que siempre nos hace mejorar como cristianos.

 

Siempre es bueno tener un corazón que quiera rendirse a Él, y es mejor cuando no solamente se trata de querer, sino también de cumplir. Nuestra mente nos juega siempre malas pasadas, pero siempre está Dios y su Palabra para recordarnos que SUS PENSAMIENTOS son más altos que nuestros pensamientos, y que no hay nada mejor ni más perfecto que sus decisiones para nuestras vidas.

AMÉN.