La Gratitud

Combustible Del Gozo

Citas tomadas de la versión antigua Reina-Valera 1602, 1909.

 

“¿Quién como Tú, Jehová, entre los dioses? ¿Quién como Tú, magnífico en santidad, Terrible en loores, Hacedor de maravillas?”

Éxodo 15:11

 

No puede haber mayor expresión de alegría que cantar y bailar, como resultado de alguna situación que nos provoca no solamente una satisfacción sino una emoción casi indescriptible que nada más sintiéndola en carne propia podemos entenderla.

 

Ejemplos de este tipo sobran en los eventos deportivos. Vemos cómo, incluso ante nuestros ojos incrédulos, la gente es capaz de llegar incluso a hacer cosas que nos parecen ridículas, fuera de lo normal, e incluso tan irracionales, simplemente por el desborde de una alegría desenfrenada. Muchos en México hemos visto, aunque sea en televisión, cómo muchas personas celebran un triunfo de la selección mexicana de futbol en la zona donde está el ángel de la independencia, mostrando su completa alegría ante una situación que si, resulta satisfactoria, pero aún con todo eso es más efímera que una nube en los vientos de Febrero.

 

Con ejemplos como este, podemos comprender un poco mejor lo que sintieron los israelitas en esta parte de su historia. Nos situamos en el tiempo en que vivieron la grandeza con la que salva Dios a su pueblo de una esclavitud de cuatrocientos años. Nada pudo provocar más alegría que liberarse de las manos de la nación más poderosa que existía sobre la faz de la tierra en esos días. Era obvio que nadie tenía permiso de estar triste; generaciones enteras nacieron, vivieron y murieron siendo esclavos, así que no me imagino que hubiera algún desacuerdo dentro de los hebreos por esta libertad.

 

Lo más sorprendente de todo esto es que este pasaje revela algo que me llena mucho de gozo: Los hebreos realmente estaban agradeciendo a Dios su libertad. Pensemos en esto un momento. La fuente de su gozo era precisamente estar agradecidos con Dios.

 

Ese punto es esencialmente el que me agrada recalcar en mi vida cada vez que veo este pasaje. En una cierta analogía, Dios hizo lo mismo con nosotros, los “nuevos” judíos en el corazón, nos rescató de una esclavitud, aunque más severa y cruel, ya que ser esclavo del pecado, nos condenaba a una eternidad en el infierno, alejado de Dios, sin ninguna esperanza.

 

Es increíble que algo así de grandioso pueda caer en el olvido, pero algo que he visto, incluso en mi propia vida, es que puede no emocionarnos tanto como al principio, y eso es porque perdemos de vista algo: Es cuestión de ESTAR AGRADECIDO con quien hizo todo esto posible.

 

Fue Dios mismo que liberó a los hebreos del puño de hierro de Egipto. No mandó un ángel en su lugar, no le dio poderes sobrenaturales a Moisés para vencer a Faraón. Dios mismo usó su brazo fuerte para hacer de Israel una nación libre.

 

Eso nos debe traer a la memoria que para ser los privilegiados de tener una mansión en los cielos, Dios mismo se hizo hombre y estando en esa condición se entregó a si mismo por nuestros pecados venciendo así también, al faraón que nos tenía cautivos por el temor de la misma muerte, al diablo. Sólo Jesús podía pagar tan gran precio, nuestra propia libertad. Si hay algo que me hace estar agradecido es precisamente lo que Jesús hizo en la cruz del Calvario, así que si en realidad deseo tener un gozo duradero en mi cristianismo, simplemente sigo el ejemplo de este pueblo y digo ¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses?

 

Nuestro gran problema como seres humanos es que nuestra carne es enferma. Gracias a Dios que un día se deshará y seremos transformados, porque ella nos genera muchas cargas y tropiezos de los cuales siempre nos estamos arrepintiendo. Es bueno que Dios permita que tengamos este “aguijón” tal como lo manifestaba Pablo para que no nos enaltezcamos sobremanera, pero este aguijón hace que como su pueblo mostremos las actitudes más absurdas dado que estamos en una situación bastante privilegiada. Algo así sucedió con el pueblo recién liberado de Egipto. Si avanzamos pasajes más abajo leemos lo siguiente:

 

“E hizo Moisés que partiese Israel del mar Bermejo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová; y Jehová le mostró un árbol, el cual metídolo que hubo dentro de las aguas, las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó;”

Éxodo 15:22 – 25

 

 

Algún indocto e ignorante seguramente argumentará que Dios tiene alguna especie de complejo porque cualquier ser humano sin tener que beber durante tres días tendría una frustración tan grande que sería capaz de perder sus cabales con la más mínima provocación. No hay que ser un genio para entender e incluso aceptar el comportamiento de estas personas. En un ambiente desértico sin agua por tres días, no me sorprendería que estuvieran muchos de ellos delirando bajo estas circunstancias. Sin embargo un cristiano sabe bien que Dios frecuentemente permite estas situaciones, sobre todo en su pueblo, para que volteemos y pongamos nuestra mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Sabemos perfectamente que somos muy tendientes a pensar que somos autosuficientes y que no dependemos de nadie. Gracias que Dios es tan sabio para hacernos entender que en todo, dependemos de Él.

 

Viendo más de fondo estos pasajes sobresale que:

·        El gozo mostrado por los Israelitas solo TRES DÍAS antes fue circunstancial.

·        Ese gozo fue también emocional.

·        No supieron diferenciarlo como un gozo que el Señor había provisto, sino que lo tomaron como cualquier gozo temporal que cualquiera tiene en un momento de alegría o incluso euforia.

 

Teniendo esto en cuenta podemos decir con toda certeza que el gozo que provee el Señor no debe depender ni de las circunstancias, ni de nuestras emociones y por ningún motivo debe compararse con alguna alegría que podamos sentir por algún evento que vivamos en este mundo, fuera de lo que hace Dios por nosotros. Pienso que si mantenemos siempre vivo ese pensamiento de que quien hizo posible nuestro cristianismo fue Dios mismo, y no dejamos de agradecerle por lo que ha hecho y por lo que hará, mantendremos un gozo duradero.

 

Hay algo más en este pasaje de las aguas amargas que me llama mucho la atención. Dios no les reclamó en absoluto sus quejas. De hecho ni siquiera respondió sus preguntas con argumentos, sino que inmediatamente proveyó la solución al problema. Es tremendamente importante reconocer que Dios proveerá la solución de nuestras adversidades como mejor a Él le parece, y que Él no hace caso de nuestras quejas. De hecho, nos enseña que mejor es esperar en Él y de antemano estar agradecido, antes que quejarnos.

 

AMÉN.